martes, 23 de noviembre de 2010

Fin Del Camino

Fue el 17 de abril de 1955. Aquel fatídico día sufrí una hemorragia interna a causa de un aneurisma que tuvo su origen en mi aorta abdominal, con la que ya había tenido problemas médicos en el pasado. Casi de inmediato me internaron en el hospital de Princeton de emergencia, aunque primero me di la libertad de llevar el escrito borrador de un discurso que estaba preparando para la TV conmemorando el séptimo aniversario (Por desgracia deje de existir antes de poder terminarlo). Eventualmente algunos doctores se me acercaron y me propusieron una cirugía la cual me horrorizo tano que la rechace “Quiero irme cuando quiero Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Y lo hare con elegancia”. Mi cuerpo fallo de una vez por todas en la primera hora del 18 de Abril de 1955, tenía 76 años. Mi cuerpo fue cremado como fue mi deseo y mis cenizas fueron esparcidas por los terrenos del instituto de estudios de Princeton.

También algo que vale la pena contar es el hecho que en mi autopsia removieron mi cerebro, sin consultar a mis familiares (Válgame Dios, ya ni a los murtos se respeta), con la esperanza que en el futuro los neurocirujanos pudieran descifrar que es lo que me hacia ser tan inteligente.





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